Cuando la Moda se Vuelve Política

Jera no volverá a desfilar en París. Dentro del negocio dudan incluso que el modelo vuelva a pisar una pasarela. La causa, una pancarta escondida en su salida durante el desfile de primavera-verano ’16 del diseñador Rick Owens. “Please kill Angela Merkel –Not” han sido las palabras que han desencadenado el escándalo y por las que Owens dice no querer volver a contar con el que ha sido su musa durante más de diez años.

WWD.
WWD.

¿QUIÉN CREE A RICK OWENS?

Un gesto político, una provocación, o un desvarío de una personalidad inestable como todas las declaraciones de las personas relacionadas con Jera (su agencia, el propio Owens) quieren indicar. Lo cierto es que no es la primera vez que un desfile de Rick Owens levanta polémica, su anterior colección, inspirada en las películas de submarinos de los años 50, causó un absurdo escándalo por dejar a la vista los penes de algunos modelos. Algunos comentarios, tweets y crónicas convirtieron a sus autores ese día en niños de parvulario. Pero al margen de eso parece ya una norma que por un motivo y otro la atención en los defiles de Rick Owens se desvíe de las prendas a otros temas.

En el calor del momento, tras la salida de Jera, un nervioso Rick Owens perjuraba a WWD que él no había tenido nada que ver con la el mensaje de la pancarta de Jera, que él mismo le había propinado un puñetazo al descender de la pasarela. Un gesto de heroicidad que salva su distancia respecto a un escándalo con contenido real, más allá del rubor adolescente de ver penes sobre la pasarela, con contenido político. Y sin embargo un gesto irónicamente relacionado con la propia colección, que pretendía versar sobre la violencia masculina.

Karl Lagerfeld's Chanel catwalk show.
Desfile de Chanel, 2014.

LA MODA POLÍTICA

En septiembre del año pasado Lagerfeld le dio una pancarta a Delevingne, un megáfono a Crawford, y montó sobre la pasarela un divertido teatro (homenaje, parodia, tal vez ambas a la vez) de manifestación feminista. En el contexto de la última despolitización del feminismo Lagerfeld recogía el eco del fuerte latido que en las redes sociales supone la última revolución sobre género e identidad. Como los espacios institucionalmente habilitados para el graffiti, una pancarta en ese contexto, bajo el ala del nombre de Karl Lagerfeld, pierde la fuerza del contenido político en su legalidad y previsión.

Puede que la hazaña de Jera nos recuerde a una pobre imitación de Lagerfeld, con bastante menos gusto para muchos, o puede que nos lo tomemos como un acto de protesta cercano al espíritu punk. Pero llevar mensajes no abstractos a la pasarela es difícil. La costura es un arte y porque es arte es negocio, y en un contexto en el que se manejan cifras abultadas no es aconsejable tomar posiciones políticas, ni sacar ciertos temas. El problema es que el textil no necesita de pancartas escritas para posicionarse. La moda en su esencia nunca es políticamente neutra.

Saint-Laurent, 1971.
Saint-Laurent, 1971.

No hace falta irse a casos evidentes, como lo es recordar que toda reivindicación política tiene una salida a través de la indumentaria (pensemos en la palestina, los vaqueros caídos, el camuflaje, las botas militares), o que otras posiciones políticas socialmente más legitimadas la emplean también para identificarse (polos y náuticos no son santo y seña de cualquier individuo).

La colección de Yves Saint-Laurent del 71 provocó su linchamiento mediático por considerarse nostálgica de los años de la ocupación nazi. Evidentemente sin esvásticas a la vista (Saint-Laurent nunca fue por ahí) sino por líneas sencillas y una cantidad de tejido austera. Antes de esto la colección Corolla de Christian Dior fue una protesta contra la austeridad que regía Europa tras la segunda Guerra Mundial: una llamada a las mujeres a enarbolar su feminidad con las formas de las flores recreadas en faldas de excesivos metros de tela. Y antes de esto Coco Chanel renovó el concepto de feminidad librándolo de la dictadura tiránica del corsé, inventando una nueva silueta para las mujeres.

La moda es identidad y aflora en los individuos en forma de huellas de género, de origen, de sensibilidad. Es un gesto silencioso y elocuente a la vez imposible de frenar. Estética y pensamiento siempre serán caras de una misma moneda y el espíritu de una época y los cambios que avecina siempre se liberarán antes en sus formas visibles, y la moda es una de éstas. Ni Stella McCartney, ni Marc Jacobs, ni sus siluetas voluminosas y cercanas al unisex se libran de esto.

Jera habrá querido decir algo. O puede que en realidad no. No es importante. La forma en la que se ha sofocado su gesto por parte de todos los actores del negocio, es la que realmente ha hablado por sí sola.

Cuando la Moda se Vuelve Política

Perder las batallas, ganar la guerra: la Mala Sangre de Swift y sus secuaces

Hace un par de semanas Taylor Swift rompía Youtube con el videoclip de su nuevo tema, Bad Blood, que cuenta con 124 millones de visualizaciones y subiendo. Un presupuesto de producción de Hollywood invertido en efectos digitales, vestuario dominatrix y un casting que reúne a la cúpula de divas del momento como las modelos Cara Delevingne, Karlie Kloss y Cindy Crawford, la escritora, directora, actriz y guionista Lena Dunham, y otras cantantes como Selena Gómez, Ellie Goulding o Hayley Williams.

El contexto es el de una empastación de códigos asumidos por la tradición del cine de acción y explosiones propios de la era digital que hace pensar en las peleas de las chicas de Tarantino en Kill Bill, los entrenamientos de Los Juegos del Hambre (Ross, 2012), o aún más en un Sucker Punch de 4 minutos (Snyder, 2011). Cindy Crawford dirige una escuela de entrenamiento de guerreras que, lideradas por una Swift cyborg, lucharán por la venganza contra una Selena Gómez malvada y su ejército de enmascaradas, (es curioso como el concepto de cyborg aparece cada vez más y aunque puede que de forma inconsciente, ligado a los nuevos discursos artísticos en torno a la problemática de género).

La indumentaria y actitud dominatrix es una constante en todos los personajes. Tacones de aguja, botas por encima de la rodilla, mucha licra, corsés e incluso un par de estilismos a lo Milla Jovovich en El Quinto Elemento (Besson, 1997). Acostumbrados a que esta estética represente un falso empoderamiento femenino, una objetualización sexual más del cuerpo femenino enmascarada, la ecuación no se resuelve de la misma forma al ausentarse la figura masculina casi por completo (relegada en este caso a un tercer plano), o ni siquiera una interacción sexualizada entre los personajes femeninos.

Como los corsés del modisto Jean Paul Gaultier, cuyas estructuras no agresivas con el cuerpo (de la mujer y del hombre, pues los ha hecho para ambos) y sus pechos puntiagudos resemantizan esta pieza tradicionalmente opresiva del armario femenino, el videoclip de Bad Blood le da la vuelta a los códigos. El resultado es un empoderamiento canalla y con sentido del humor. No es el lugar para elaborar una tesis compleja, es un videoclip pop, pero es síntoma evidente de todo lo que está teniendo lugar ahora alrededor del debate en torno al género. Y es significativo porque no lo está diciendo Grimes (1988), ni Lorde (1996), músicos (¿músicas?) de las que veo relevante apuntar su fecha de nacimiento, ni siquiera Laura Jane Grace, vocalista y guitarrista de Against Me!, banda de la que debería hablarse mucho más por crear el primer LP de punk dedicado enteramente a la problemática trans que ella experimenta en primera persona.

Swift, niña pródiga del country, se reconvirtió a un pop sin medias tintas desde hace ya dos larga duración. Ya desde entonces pasó a ser apodada por los medios como la anti-Britney. Y es que pertenece a una generación de jóvenes mujeres, célebres en sus respectivos campos artísticos por demostrar una madurez inédita en este perfil de personaje, si atendemos a los excesos de las Britneys, las Lindsay y las Rihannas. Aquella, una generación que pierde lentamente carisma por no adaptarse a las nuevos estándares de espontaneidad y madurez que ha traído la era 2.0 (aunque la marca Rihanna experimenta un nuevo camino de regeneración que el tiempo dirá si da resultado).

Además esta nueva generación de chicas artistas y centradas ha traído una escandalosa moda para la prensa femenina: la valentía de autodenominarse feministas. Swift dudó al principio, pasó de rechazar el término para después abrazarlo reconociendo que no había comprendido realmente lo que significaba. Y aunque esta tendencia ha remachado la despolitización del feminismo culminada por el colectivo Femen, ha creado para el mismo un bonito escaparate que está aportando a la lucha por la igualdad entre sexos (y géneros) una visibilidad y una publicidad desconocida hasta entonces.

Lena Dunham dio al mundo la primera temporada de Girls, la renovación necesaria de la ficción televisiva de mujeres en boca de la HBO. Delvinge y Crawford tomaron parte activa pancarta y megáfono en mano, en la manifestación feminista de Chanel, uno de los números de Karl Lagerfeld en el que éste se valía de la iconografía de reivindicación a falta de un contenido real, como presentación, eso sí, de una elecuente colección de prêt-à-porter. Emma Watson (no presente en el video, no nos confundamos que no es su estilo) es embajadora de la ONU para el proyecto HeForShe. Son sólo algunos ejemplos sonados de este fenómeno que acumuló titulares en la prensa femenina durante 2014.

Según este Bad Blood entramos en una nueva fase inexplorada de empoderamiento femenino en el que la alianza entre sujetos, tal vez para algunos sólo entre mujeres, es la clave. Algo tiene que ver con la tercera ola feminista, algo. Pero más aún con Madonna, con los tacones de aguja y los corsés de Jean Paul Gaultier y con un pelirrojo furia. Las brujas del medievo calzan ahora kalashnikovs y los hombres brillan por su ausencia. Quedamos a la expectativa de cómo se desarrolla este escenario de guerra en el lado comercial de la regeneración de la discusión por la igualdad.

Perder las batallas, ganar la guerra: la Mala Sangre de Swift y sus secuaces